Todo lo que ves elevado en el árbol, antes estaba oculto en sus raíces.
Volver a las raíces como metáfora de explorar tu historia, comprender de dónde vienen tus patrones, asomarte a aquellas partes que permanecen en la sombra. En terapia, enraizarse es un concepto que hace referencia a conectar con el presente, el cuerpo y la realidad inmediata; para poder mirar al pasado desde el aquí y el ahora.
Dentro de mí la voz se hace silencio, y en ese silencio crece la claridad del mundo.
Habitarse es aprender a estar en tu cuerpo, identificar y nombrar tus emociones, acompañarte con compasión en cada una de ellas. Reconectar contigo, con respeto y cuidado, para reconocerte como el terreno donde tu vida sucede.
Somos conscientes a la vez del florecer y del marchitarse.
A medida que integras lo aprendido, se abren nuevas posibilidades. Florecer no significa estar siempre en primavera: es permitir que tu autenticidad se exprese, que tu vitalidad se despliegue y que la belleza de lo que eres encuentre su forma.
Cada hoja me habla de dicha, al revolotear desde el árbol otoñal.
Igual que los árboles se desprenden de sus hojas en otoño, también en terapia aprendemos a dejar atrás lo que ya no nutre: creencias, vínculos, formas de vida que nos limitan. Este soltar crea espacio para lo nuevo.
El fondo es el mejor terreno para sembrar y volver a cultivar algo nuevo.
El proceso terapéutico también es un espacio de siembra: cultivar hábitos, intenciones y recursos que sostengan tu bienestar a largo plazo. Y como toda semilla, con tiempo y cuidado, dará fruto en tu vida cotidiana, en tus relaciones y en tu capacidad de estar en el mundo de manera más consciente.
Al Centro de Gaia como espacio terapéutico es tierra fértil donde sembrar posibilidades: algunas germinan enseguida, otras necesitan tiempo, pero todas requieren de presencia y cuidados.
Quiero comenzar mi proceso